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Presentado por Lisa Bishop
Estamos examinando cinco asesinos de la compasión: cosas que pueden obstaculizar nuestra compasión hacia los demás. Abordemos otro asesino de la compasión, y es el ajetreo.
En nuestro mundo acelerado, es fácil llegar a estar tan preocupados por nuestras propias vidas que no estamos en sintonía con lo que están pasando los demás a nuestro alrededor. Cuando estamos consumidos por nuestros horarios, haciendo malabarismos con el trabajo, la familia y un sinnúmero de responsabilidades, corriendo de una tarea o actividad a otra, podemos perdernos maneras de ver y abordar el dolor y las necesidades de los demás. En su ministerio, Jesús modeló un enfoque diferente. A menudo se detenía en medio del caos, ofreciendo bondad y atención e interactuando con los necesitados, y nos llama a reducir la velocidad y mirar a nuestro alrededor, a buscar oportunidades para hacer lo mismo.
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que, con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren. (2 Corintios 1:3-4).
Hemos sido consolados para que podamos ser canales de compasión para los demás. Tal vez un compañero de trabajo esté experimentando una pérdida personal, la decepción de que lo hayan pasado por alto para un ascenso u otro evento desafiante de la vida.
Una forma de mostrar compasión es escuchar con empatía. Cuando escuchamos con empatía, no estamos tratando de arreglar a alguien, darle un consejo o compartir nuestras historias de “a mí también me pasó eso”.
Más bien, escuchamos con la intención de comprender profundamente a la otra persona de una manera que se sienta escuchada y valorada. Piensa en la última vez que alguien te escuchó de verdad. En tiempos difíciles, escuchar de verdad puede ayudar a las personas a salir adelante. ¿Qué distracciones pueden estar cegándote ante el sufrimiento de los demás?
Tómate un tiempo esta semana para pasar un momento en silencio, reflexionar y preguntarte: “¿Qué hay en tu vida que te impide estar presente con los demás? ¿Cómo puedes encontrar tiempo para estar más consciente de quienes te rodean? ¿Qué requeriría de ti para dar un paso al frente ante las necesidades de los demás? Tal vez coraje o sacrificar tu tiempo o tu comodidad.
Antes de comenzar tu jornada laboral, haz de la oración un hábito. Pregúntale al Espíritu Santo: “¿A quién puedo demostrar compasión hoy?”.
Cuando nos detenemos lo suficiente para estar presentes con quienes nos rodean, Jesús nos muestra muchas oportunidades para que su compasión fluya a través de nosotros.