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Presentado por Lisa Bishop

 ¿Alguna vez has escuchado el dicho “La comparación es la ladrona de la alegría”? Estamos hablando de asesinos de alegría y un aguafiestas infalible es la comparación.

Alguna vez has estado navegando por LinkedIn cuando ves a alguien publicando sobre un nuevo trabajo o promoción y piensas: “Su vida parece ideal?. Probablemente están regodeándose y amando la vida”. O tal vez te encuentres arrastrado por las redes sociales, tropezando con fotos de familias aparentemente perfectas. Los niños están sonriendo, perfectamente vestidos, incluso el perro está sonriendo, y el esposo y la esposa se ven tan enamorados. Miras la vida de otras personas y piensas que tienes el lado corto del palo.

Cuando examinas la vida de otras personas y supones que la de ellos es mucho mejor que la tuya, te expones a estar descontento y puedes tener la tentación de lamentarte por la tuya. La comparación puede ponerte ansioso y deprimido y hacerte creer que te estás perdiendo la vida. A todos nos pasa. Es parte del ser humano, pero si no tenemos cuidado podemos terminar en la madriguera del descontento.

El otro día me encontré con un artículo sobre Miguel Ángel, quizás el artista renacentista más célebre de todos los tiempos. ¡El artículo hablaba de un poema que escribió Miguel Ángel describiendo cuánto odiaba pintar la Capilla Sixtina! Trabajó a 65 pies en el aire en andamios personalizados y escribió sobre los cuatro años de esfuerzo físico. “Ya me ha salido un tumor de esta tortura, encorvado como un gato… Mi estómago está aplastado bajo mi piel,… mi cerebro está aplastado en un ataúd… Mi cepillo, encima de mí todo el tiempo, gotea pintura para que mi cara sea un buen piso para los excrementos”. ¿Quién diría que Miguel Ángel estaba tan descontento cuando todo se veía tan perfecto? 

A menudo podemos observar la vida de las personas y pensar que todo va a la perfección cuando, de hecho, están experimentando su propia versión de despreciar la vida. No todo es como parece. Y comparar tu vida con la de otros puede provocarte a pensar y tal vez incluso a hacer algunas locuras. Me recuerda la historia de los hermanos Caín y Abel en Génesis capítulo cuatro. El relato nos dice que a Dios le agradó la ofrenda de Abel y no la de Caín. Abel parecía tener una vida mejor, más favor de Dios, y eso provocó que el resentimiento y la envidia comenzaran a acumularse en su hermano. Caín se resintió con Dios por bendecir a su hermano y comenzó a despreciar a Abel, lo que eventualmente llevó a Caín a asesinarlo. Ahora sé que es un ejemplo extremo, pero la comparación puede matar tu alegría y es una pendiente resbaladiza.

¿Con quién te estás comparando? ¿La vida de quién puede parecer más placentera que la tuya? ¿Cómo estás permitiendo que la vida aparentemente perfecta de otras personas robe tu alegría?