Podcast (podcast-spanish): Play in new window | Download (Duration: 13:22 — 30.6MB)
Aguantar, resistir, ser paciente, estar sentado en la sala de espera… nada de eso me resulta fácil. Y que me pongan en espera por teléfono es particularmente molesto, ¿no te parece? Así que hoy, más que nada, me hablo a mí misma, y puedes escuchar, mientras me recuerdo a mí misma una vez más que tengo que aguantar cuando estoy en espera.
Cuando piensan en alguien en la Biblia que estaba en espera, probablemente pienses en Job. Hablando de aguantar cuando estaba en espera, nadie ha aguantado más que Job mientras esperaba la intervención de Dios. En Job 6:8, 11-12 dice:
»¡Ah, si Dios me concediera lo que pido! ¡Si Dios me otorgara lo que anhelo! »¿Qué fuerzas me quedan para seguir esperando? ¿Qué fin me espera para querer vivir? ¿Tengo acaso la fuerza de la roca? ¿Acaso tengo piel de bronce?
Y en el capítulo siete, continúa diciendo:
Mis días se van más veloces que una lanzadera, y sin esperanza alguna llegan a su fin. Recuerda, oh Dios, que mi vida es un suspiro; que ya no verán mis ojos la felicidad. (Job 7:6-7).
Sus palabras pueden expresar lo que sientes hoy. Como Job, quizás estés diciendo o pensando: ¿Por qué Dios no me ha concedido lo que pido? No tengo fuerzas para seguir adelante. Después de todo, ¡solo soy carne! He perdido la esperanza y nunca volveré a ser feliz.
Para la mayoría de nosotros, este sentimiento de desesperanza no se manifiesta tanto externamente como nos corrompe por dentro. Adopta la forma de lo que Thoreau llamó “desesperación silenciosa”. Sigues adelante, dices lo correcto y mantienes una apariencia de normalidad, pero por dentro te has dado por vencido. Estás viviendo las formalidades de un matrimonio o un trabajo; haces creer a la gente que todo está bien con tus hijos o padres, pero en realidad, estás emocionalmente desconectado; ya no te quedan fuerzas para luchar, y estás casi en el punto en que realmente no te importa.
Quiero compartir tres verdades sencillas que te ayudarán a perseverar cuando estás en espera. La primera es: Confía en la Soberanía de Dios. Esto significa simplemente que sigas creyendo que nada ocurre en el universo de Dios sin Su influencia y autoridad. Y que creas que lo mismo ocurre en tu vida. Dios es soberano en tu vida. Por lo tanto, puedes confiar en que, en su soberanía, hará que todas las cosas te ayuden a bien, incluso la maldad y los errores de los demás y la crueldad de este mundo infestado de pecado.
Créeme, sé que no es fácil confiar cuando estás en espera, especialmente cuando parece que tu mundo se derrumba a tu alrededor. Pienso en una amiga que pasó años de dolor y sufrimiento por un esposo infiel y un matrimonio roto, la muerte de dos hijos, otro hijo que se alejó de Dios y otras pérdidas significativas. Honestamente, su historia era como la de Job en nuestros dias, y a menudo me preguntaba cómo lo superó. Obviamente, todo eso le dejó profundas cicatrices y dolor, pero ella lo convirtió en una oportunidad para ministrar a otros. Completó un título en consejería bíblica y ahora tiene voz para ayudar a quienes están en espera porque ha transitado caminos profundos y oscuros. En la soberanía de Dios, y como solo Dios puede hacerlo, él transformó su dolor en alegría y, como resultado, le ha dado un ministerio más amplio y efectivo.
Así que, si puedes confiar en la soberanía de Dios hoy, independientemente de tus sentimientos, y simplemente repetir que crees que él todavía tiene el control, ese es el primer paso para perseverar mientras estás en espera.
El segundo paso es confiar en el tiempo de Dios. Escucha estos versículos del Salmo 37:5-7:
Encomienda al Señor tu camino; confía en él y él actuará. Hará que tu justicia resplandezca como el alba; tu justa causa, como el sol de mediodía. Guarda silencio ante el Señor y espera en él con paciencia; no te enojes ante el éxito de otros, de los que maquinan planes malvados.
El tiempo de Dios a menudo nos parece inapropiado. ¿Qué bien puede surgir de esperar más? Así lo vemos. Puedo mirar atrás y ver cómo los períodos de espera tuvieron un propósito, un propósito que no vi ni me gustó en ese momento. Pero en retrospectiva, ahora puedo entender que Dios tenía un propósito para las demoras que me parecían tan innecesarias.
Durante unos cuatro años, mi iglesia estuvo en proceso de abrir un hogar residencial para mujeres víctimas de trata o explotación sexual. Fue todo un camino, y ahora tenemos una hermosa casa en el lugar perfecto para hacer lo que Dios nos ha llamado a hacer. Pero en el camino, pensé que Dios quería que tuviéramos otras dos casas e hice todo lo posible para que se hicieran realidad. Pero las puertas se cerraron, y recuerdo que me preguntaba si alguna vez encontraríamos la casa adecuada en el lugar adecuado. Parecía una misión imposible. Y entonces, gracias a una rápida recomendación de una persona, vi una casa que me pareció perfecta, y con una rapidez increíble, la tuvimos en una semana. Cuando el tiempo de Dios era el adecuado, todo se movía muy rápido, pero no pude verlo cuando estábamos en espera.
Quizás te encuentres en esa situación hoy. Estás esperando que Dios actúe, y parece que tarda bastante. Proverbios 19:2 nos recuerda que: «El afán sin conocimiento no es bueno;
mucha yerra quien mucho corre.!». En otras palabras, la impaciencia te meterá en problemas. Adelantarse a Dios no es el camino a seguir. Así que hoy, ¿puedes confiar en el tiempo de Dios, despreocuparte y esperarlo pacientemente? Es una de las lecciones más importantes que debes aprender si te aferras a la esperanza cuando estás en espera.
Y luego, el tercer paso es crucial: confiar en el amor de Dios. A menudo, cuando estamos en espera, empezamos a preguntarnos si a Dios realmente le importamos. Quizás cantamos “Jesús me ama, esto lo sé” de niños, pero ¿podemos volver a cantarlo? ¿Has llegado al punto de dudar de que Dios te ama? ¡No puedes entender por qué te mantiene en esta sala de espera si realmente te ama!
Sabemos que nada puede separarnos del amor de Dios, ¡nada! Escucha de nuevo esta increíble verdad de Romanos 8:35-39:
¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación o la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro o la espada? …No, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
Puede que no sientas su amor, pero eso no cambia el hecho de que él todavía te ama y siempre lo hará.
Estoy segura de que ya has oído la historia, pero déjame leértela de nuevo:
Huellas
Una noche, un hombre tuvo un sueño. Soñó que caminaba por la playa con el Señor.
En el cielo se desplegaban escenas de su vida.
En cada escena, notó dos pares de huellas en la arena: una suya y la otra del Señor.
Cuando la última escena de su vida pasó ante él, volvió a mirar las huellas en la arena.
Se dio cuenta de que muchas veces a lo largo de su vida solo había un par de huellas.
También notó que esto sucedía en los momentos más bajos y tristes de su vida.
Esto le molestó mucho y le preguntó al Señor al respecto.
“Señor, dijiste que una vez que decidiera seguirte, caminarías conmigo hasta el final.
Pero he notado que, en los momentos más difíciles de mi vida, solo hay un par de huellas.
No entiendo por qué cuando más te necesitaba me dejabas.” El Señor respondió: «Hijo mío, mi precioso hijo, te amo y nunca te abandonaré. En tus momentos de prueba y sufrimiento, cuando solo ves un par de huellas, fue entonces cuando te cargué».
—Autor desconocido
Antes de partir para regresar a la gloria con su Padre, Jesús dijo: «Y les aseguro que estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:20b). Jesús ahora está sentado a la diestra de Dios, intercediendo por nosotros. Pero no estamos sin él, porque envió a su Espíritu a morar en nosotros, para que tengamos su presencia constante en nuestras vidas. De hecho, Jesús dijo que era para nuestro bien que él se fuera, para que el Consolador, el Espíritu Santo, viniera y morara en todos los creyentes.
En Hebreos 13:5 leemos que Dios ha dicho: «Nunca te dejaré; nunca te desampararé». Y ese «nunca» incluye los momentos en que no sientes su presencia, cuando en cambio te sientes abandonado y solo. Esos son los momentos en que él te sostiene.
Me encanta la canción llamada «Confía en su corazón» de Babbie Mason, ella dice:
Dios es demasiado sabio para equivocarse
Dios es demasiado bueno para ser cruel
Así que cuando no entiendas
Cuando no veas su plan
Cuando no puedas rastrear su mano
Confía en su corazón
¿Puedes confiar en su corazón hoy? A veces, cuando estoy aguantando porque todo parece estar en suspenso, pienso en lo que dijo Pedro cuando muchos de los discípulos de Jesús se alejaron y ya no lo siguieron. “¿Acaso ustedes también quieren irse?”, preguntó Jesús a los Doce. Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:67-68).
¿Adónde irás cuando estás en suspenso y la vida parece un torrente interminable de malas noticias, o cuando has estado esperando y esperando que suceda algo bueno y, en cambio, las cosas han empeorado? ¿Cuáles son tus opciones? Honestamente, creo que hay momentos en que llegas al límite de tus fuerzas, y solo te queda decidir si confiarás en Dios o no, si creerás que te ama o no. Pedro y los demás discípulos estaban al borde del colapso, sin entender lo que Jesús tramaba, preguntándose si habían cometido un gran error al unirse a este maestro galileo. Pero Pedro acertó: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.
Eso era lo que los discípulos necesitaban en aquel momento: palabras de vida eterna; la verdad de que Jesús era el camino, la verdad y la vida, y que podían confiar en él por toda la eternidad. ¿Y no es eso lo que necesitas cuando te aferras? Necesitas la esperanza de que esto no es para siempre; hay una eternidad por venir, bendita y perfecta.
Quiero animarte, si te estas aferrando mientras estás en espera, a confiar en el corazón de Dios; a dejar ir tus dudas y miedos y simplemente elegir creer que Dios es soberano, que su tiempo es el correcto y que su amor nunca te abandonará, ¡nunca!