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Presentado por Lisa Bishop

Estamos examinando las 5 actitudes para la vida diaria, y hoy veamos lo que escribe el apóstol Pablo acerca de tener una actitud como la de Cristo.

No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás. La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús (Filipenses 2:3-5).

Estos versículos nos desafían a alinear nuestras actitudes con el corazón y la mente de Jesús. Son un recordatorio de que estamos llamados a reflejar a Jesús en nuestra vida diaria.

Pero, ¿qué significa tener una actitud como la de Cristo?

Primero, significa abrazar la humildad. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. (Filipenses 2:7). Una actitud como la de Cristo no se eleva a sí mismo, no busca estatus o reconocimiento, sino que está dispuesto a servir a los demás desinteresadamente. Cuando tenemos una actitud como la de Jesús, encontramos alegría en ayudar a los demás. Buscamos maneras de ser generosos con nuestras palabras, nuestras finanzas, nuestros recursos y nuestro tiempo, incluso cuando nos cuesta algo.

En segundo lugar, una actitud como la de Cristo se caracteriza por el amor y la compasión. A lo largo de los Evangelios, vemos a Jesús conmovido por la compasión, ya sea al alimentar a los hambrientos, sanar a los enfermos o consolar a los que tenían el corazón quebrantado. Su amor no era condicional ni estaba reservado para quienes pensaban como él o podían darle algo a cambio. El amor de Jesús fue dado libremente a todos. En nuestra vida diaria, estamos llamados a reflejar este amor, ofreciendo gracia, bondad y perdón, incluso cuando es difícil o pensamos que alguien no lo merece.

En tercer lugar, una actitud como la de Cristo se caracteriza por la obediencia y la entrega a la voluntad de Dios. Jesús oró en el Huerto de Getsemaní: “No se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). Fue obediente hasta la muerte en una cruz. De la misma manera, estamos llamados a entregar nuestros deseos y planes a Dios, confiando en que sus caminos son más elevados y sus planes son perfectos. Esto requiere un corazón que esté dispuesto a escuchar, a dejarse guiar y a seguirlo adonde sea que Él nos guíe.

Vivir con una actitud como la de Cristo no es fácil cuando actuamos en la carne. Requiere renovar nuestro corazón y nuestra mente con la Palabra de Dios y la oración, permanecer en Jesús y confiar en el Espíritu Santo. A medida que crecemos en nuestra relación con Dios, mostramos más de su carácter. Reflejamos su corazón y nuestras actitudes le dan gloria en todo lo que hacemos.