Play

¿Eres honesto con Dios? He estado compartiendo parte de mi conversación con Carol Kent, quien vivió una experiencia horrible hace más de 20 años, como su único hijo, su hijo Jason fue arrestado por asesinato.

Mary: Estuve leyendo en tu libro, Una nueva clase de normal (A New Kind of Normal), donde escribiste unos años después de que Jason fue arrestado, que te mudarías a tu casa en Florida. Fue en julio y dejaste tu vida en Michigan, donde viviste la mayor parte de tu vida. Te mudaste allí para estar cerca de tu hijo, y esto es lo que escribiste “No quiero estar aquí; Odio este clima; Odio la razón por la que tuve que mudarme aquí; Quiero recuperar mi antigua vida. Quiero recuperar mi vida tranquila, conveniente y normal “. Eso fue algunos años después del arresto de Jason, pero aún tenías momentos en los que estabas luchando con lo que Dios estaba haciendo,  sabiendo y sintiendo su amor, ¿estoy en lo cierto?

Carol: Tienes mucha razón. Solo quiero decirle a cualquiera que esté luchando ahora en su propia versión de un nuevo tipo de normalidad: podría deberse a un niño con una discapacidad o un cónyuge que lo dejó por otra persona, o una crisis de salud o un cambio financiero: que habrá puntos desencadenantes (incluso si ha recorrido su viaje durante mucho tiempo) que realmente originarán emociones. Puede ser una canción en la radio; podría ser pasar por un armario y ver los uniformes de la academia naval de uno de mis hijos y darse cuenta de lo que podría haber sido la vida.

Creo que para todos nosotros debemos darnos cuenta en el medio de tratar de sacar lo mejor de lo que ha sucedido, que tenemos algunas opciones. Podemos elegir la vida, un tipo de vida que se da cuenta de que ésta que estamos viviendo en este momento no es todo lo que hay. Podemos elegir acción de gracias y decir: “Señor, ¿por qué tengo que estar agradecido en medio de este viaje?” Cada vez que hago una lista de agradecimiento y le agradezco a Dios por lo que está haciendo, recuerdo el hecho de que hay cosas que nunca hubiera imaginado hacer en mi vida por lo que sucedió.

Estas son las formas de ministerio para reclutar familias y dar aliento a personas que nunca habría conocido si nunca hubiera conocido este viaje. Me doy cuenta de que Dios no desperdicia una onza de nuestro dolor, sino que puede usarlo como un megáfono para alentar y traer esperanza a un mundo herido.