Play

¿Cuáles son tus escondites? Todos los tenemos: lugares a los que corremos para escondernos de los problemas, el dolor, las responsabilidades o la culpa. Quiero ver cómo elegir el lugar correcto para esconderme.

Verás, definitivamente necesitamos un escondite, pero el problema es que a menudo elegimos el lugar equivocado para tratar de escondernos. Piensa en Adán y Eva. En Génesis 3, después de haber pecado y darse cuenta de que estaban desnudos, ¡trataron de esconderse de Dios detrás de árboles y hojas de higuera!

La Biblia nos dice que nada se puede ocultar a los ojos de Dios, quien lo sabe todo y está presente en todas partes. Pero, como Adán y Eva, naturalmente tratamos de escondernos cuando hemos hecho algo mal. Lo hicimos cuando éramos niños con nuestros padres y continuamos con ese tipo de comportamiento tonto con Dios.

¿Has estado tratando de esconderte de Dios debido a la desobediencia? ¿Qué tipo de hojas de higuera has elaborado para cubrir tu pecado? Tal vez estés tratando de esconderte detrás de la racionalidad humana: “Esto realmente no es tan malo; todos lo hacen”. O: “Sé que la Biblia dice que sea sexualmente puro, pero después de todo, realmente lo amo”. O: “Tienes que hacer lo que se hace en este mundo para salir adelante; así es como se hacen las cosas”.

Si te has estado escondiendo detrás de las hojas de parra de tus propias excusas y racionalidad, sin duda estás aprendiendo que no ofrecen refugio.

Luego están las hojas de parra de culpar a alguien más. Adán culpó a Eva; Eva culpó a la serpiente. Hoy en día es muy popular culpar a tus padres, a tu familia disfuncional, al gobierno o a la sociedad por tu forma de ser. Pero Dios responsabilizó a Adán y Eva por sus decisiones y acciones.

David escribió: ” Yo reconozco mis transgresiones; siempre tengo presente mi pecado. Contra ti he pecado, solo contra ti, y he hecho lo que es malo ante tus ojos” (Salmo 51: 3). ¿Has estado tratando de ocultar tu pecado alegando que alguien más es responsable? Recuerda, tu comunión con Dios no se puede restaurar hasta que admitas tu pecado y le pidas perdón a Dios. Es posible que tengas que afrontar algunas de las consecuencias, como hicieron Adán y Eva, pero ya no tendrás que cargar con esa pesada culpa.

¿Abandonarás tus hojas de higuera y tu intento de esconderte entre los árboles y dejarás que Dios inicie algo nuevo en ti, con un corazón puro y un espíritu firme? Él está esperando que digas: “Aquí estoy, Señor, lo confieso”.