Play

Recuerdo una canción que cantábamos cuando era joven: ¿Por qué preocuparse cuando puedes orar? Bueno, es una buena pregunta, ¿no? ¿Por qué nos preocupamos cuando Jesús nos ha dicho claramente que no nos preocupemos? ¡Preocuparse es verdaderamente inútil!

Hemos visto tres razones por las que no deberíamos preocuparnos en Mateo 6. Son:

  • Por quiénes somos. Somos más valiosos que los pájaros.
  • Porque nunca hace ningún bien.
  • Porque es un mal testimonio.

Ahora veremos tres maneras de dejar de preocuparnos. Podemos dejar de preocuparnos cuando pensamos en cómo nuestro Padre Celestial cuida de nosotros. Quiero enfatizar nuevamente que nuestro problema con la preocupación está en nuestros pensamientos. La preocupación tiene lugar en tu mente, y en 2 Corintios 10:5 leemos que debemos llevar cautivo todo pensamiento para hacerlo obediente a Cristo.

La batalla está en tu mente, y dejas de preocuparte cuando cambias tus patrones de pensamiento. He escrito un libro completo sobre este tema, Piensa en lo que piensas, porque creo que la mayoría de nuestros problemas comienzan con un pensamiento erróneo. Ciertamente es cierto en mi vida; tan pronto como permito que mis pensamientos se salgan de control, pensando en cosas en las que no debería estar pensando, es cuando la preocupación entra en acción y me convierto en una preocupona, como decimos.

Filipenses 4:8 dice que debemos pensar en todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, admirable, excelente y digno de alabanza. Cuando te preocupas, muchas veces no es verdad, y ciertamente no es noble, nunca es admirable, excelente o digno de elogio. Tenemos que dejar de preocuparnos. Y eso se logra reemplazando los pensamientos incorrectos por los correctos.

Cuando te encuentres en modo preocupación, detente y cambia intencionalmente tus pensamientos, reemplazando esos pensamientos preocupantes por cómo tu Padre Celestial ha prometido cuidarte, nunca dejarte ni abandonarte, cómo te ama y te aprecia. Puede que solo dure unos minutos antes de que comiences a preocuparte nuevamente, pero si simplemente continúas reemplazando los pensamientos incorrectos por los correctos, pronto desarrollarás músculo espiritual. Descubrirás que no te preocupas tanto como antes.

Recuerda: Preocuparse es una actividad inútil y sin valor. Y tienes el poder, a través de Jesucristo, de deshacerte de ello.