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Jesús pudo decir al final de su corta vida terrenal: “He terminado la obra que me diste para hacer”. Pero me pregunto cuántos de nosotros podremos decir eso. ¿Estás haciendo lo que Dios te ha dado para hacer, o estás distraído y agotado por tratar de hacer cosas urgentes que no son realmente importantes?
Aunque Jesús hizo mucho durante su corta vida terrenal, no hizo todo lo que todos querían que hiciera. No sanó a todos los enfermos, no llegó a todos. Cuando quedó tanto por hacer, ¿cómo pudo Jesús decir que había terminado su obra? En su panfleto, La tiranía de lo urgente, Charles Hummel lo expresa muy bien: “Este es el secreto de la vida y la obra de Jesús para Dios: Él esperó en oración las instrucciones de su Padre y la fuerza para seguirlas. Jesús… discernía la voluntad del Padre día a día en una vida de oración. De esta manera, evitaba lo urgente y lograba lo importante”.
Si quieres liberarte del agotamiento, de ser víctima de las fuertes voces de urgencia que a menudo te rodean, debes recordar lo que Jesús nos dijo: Ustedes son verdaderamente mis discípulos si se mantienen fieles a mis enseñanzas; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres (Juan 8:31-32). Una vida de oración y una vida de permanencia diaria en la Palabra de Dios es nuestra clave. Qué fácil es dejar que estas cosas verdaderamente importantes sean dejadas de lado por todas esas voces urgentes.
Las cosas urgentes suelen tener plazos y marcos de tiempo, mientras que las cosas importantes pueden no tenerlas. Por lo tanto, es bastante fácil hacer las cosas urgentes, pero dejar las cosas importantes sin hacer.
¿Podría ser que necesites encontrar el equilibrio en tu vida haciendo que lo principal sea lo principal y no permitiendo que esas voces urgentes dicten tu horario? Y en lo más alto de tu lista de cosas importantes debería estar el compromiso de dedicar un tiempo sustancial a tu búsqueda de conocer al Dios vivo.