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Presentado por Lauren Stibgen

¿Qué necesita sanación en tu vida? Cuando pensamos en sanación, pensamos rápidamente en nuestro cuerpo físico: sanación de una enfermedad, recuperación de una cirugía o algo peor como un diagnóstico. Pero la sanación puede ser mucho más. Dios es nuestro gran sanador y, fundamentalmente, lo primero de lo que quiere sanarnos para siempre es del pecado.

Al oír esto, Jesús les dijo: “No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos. Y yo no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Marcos 2:17).

Tal vez no te sientas enfermo por el pecado o, en el otro extremo del espectro, tal vez no sientas que tu pecado se eleva a la necesidad de un sanador. Nuestro sanador máximo es Dios, Jehová Rapha. La verdad del asunto es que todos estamos enfermos por el pecado, no uno más que el otro.

Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23).

No es que algunos de ustedes pequen; es que todos pecamos. Y, volviendo a la omnipresencia, Dios está en todos los lugares y en todo momento a la vez. Más que eso, Dios es omnisciente. ¡Sencillamente, Dios lo sabe todo! No hay forma de ocultar este pecado.

Afortunadamente, Dios envió a su único hijo, Jesús, a morir en la cruz por nuestros pecados, ¡el sacrificio máximo de amor por nosotros!

Pero ¿qué pasa con la otra sanación, la sanación del bienestar físico o mental por la que a menudo recurrimos a Dios? Jehová Rapha también promete esto.

Él sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas (Salmo 147:3).

Sin embargo, yo le traeré salud y sanidad; sanaré a mi pueblo y le haré disfrutar de abundante paz y seguridad (Jeremías 33:6).

Dios no solo quiere salud y sanidad para nosotros, sino también abundancia, prosperidad y seguridad. En medio de una prueba, especialmente cuando necesitas sanación física o mental, puede ser difícil imaginar abundancia, prosperidad y seguridad.

En última instancia, no experimentaremos esto plenamente hasta que estemos en el cielo. Sabemos que Dios enjugará toda lágrima de nuestros ojos en el cielo.

Somos ciudadanos del cielo aquí en la tierra y hasta que nos encontremos en el cielo, debemos aprender a conocer más acerca de Dios y todos sus nombres. Después de todo, él es Emmanuel, Dios con nosotros, un proveedor, el mejor en vernos en nuestros mejores y peores momentos, el mejor oyente y el sanador supremo.