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Estoy segura de que reconoces que lo más inútil e improductivo que la mayoría de nosotros hacemos muy a menudo es preocuparnos, y aun así nos preocupamos. Me refiero a las pequeñas cosas, las pequeñas zorras, que a menudo nos roban la alegría y nos hacen sentir miserables.

¿Cómo dejamos de preocuparnos? ¿Es realmente posible llegar a un lugar donde realmente no perdamos el tiempo preocupándonos? Después de todo, la vida está llena de cosas preocupantes, y ¿se supone que debemos ser arrogantes y despreocupados, como si esas cosas no nos molestaran en absoluto?

Jesús comprende plenamente nuestra propensión a preocuparnos y lo abordó con firmeza en su Sermón del monte. Básicamente, dijo que no te preocupes por tu vida (lo que comes, lo que vistes o dónde vivirás) porque tu Padre celestial promete proporcionarte lo que necesitas. Jesús dijo,

Por lo tanto, no se preocupen por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas. (Mateo 6:34).

Preocuparse es totalmente inútil, pero aún más, ¡preocuparse es infidelidad! Simplemente no creo que a menudo pongamos la preocupación en la categoría de pecado, ¿verdad? Nos inquietamos y preocupamos y nunca pensamos en disculparnos con Dios y arrepentirnos de este pecado de preocuparnos. Pablo escribió,

  Todo lo que no proviene de la fe es pecado (Romanos 14:23b).

La preocupación no proviene de la fe. Por lo tanto, preocuparse continuamente por cualquier cosa es pecado. Preocuparse puede volverse adictivo. Puedes caer en tal rutina de preocupación que estés en modo de preocupación la mayor parte del tiempo. Si realmente quieres dejar de preocuparte, lo primero que debes hacer es confesar tus pecados de preocupación. ¿Qué es lo que más te preocupa? Éstos son algunos de los más comunes:

  • Pagar las cuentas
  • Encontrar una cura para un problema de salud
  • Buscar trabajo
  • Encontrar pareja
  • Tratar de controlar algo o a alguien
  • Cómo controlar a tus hijos/pareja/hermanos/padres
  • ¿Cómo podrás jubilarte?

¿Qué hay en tu lista? Te animo a que le pidas a Dios que te perdone por cualquier cosa que te preocupe y que seas específico. A medida que aprendas que puedes, por la gracia de Dios, deshacerte de esa pequeña zorra, eso te animará a seguir dejando de preocuparte.