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Presentado por Lisa Bishop

¿Es tu vida un testimonio del poder de Dios obrando en ti? ¿Cómo sabes si tu vida está alineada con el Espíritu de Dios? Haciendo esta simple pregunta: ¿Tu vida está dando frutos?

En su discurso sobre vivir la vida en el Espíritu, Pablo pronuncia estas palabras en Gálatas 5:16-17a, 19-25,

…vivan por el Espíritu y no sigan los deseos de la carne; porque esta desea lo que es contrario al Espíritu y a su vez el Espíritu desea lo que es contrario a ella. Las obras de la carne se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y hechicería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, desacuerdos, sectarismos y envidia; borracheras, orgías y otras cosas parecidas. En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas. Los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si el Espíritu nos da vida, andemos guiados por el Espíritu.

Si nuestras vidas están marcadas por la ambición egoísta, la impaciencia, la falta de perdón, la arrogancia en el trabajo o las luchas internas con compañeros seguidores de Jesús, no estamos produciendo el fruto que estamos llamados a cultivar. Necesitamos resistirnos a ser dominados por nuestras acciones carnales y decidir vivir por el poder del Espíritu Santo.

No hace mucho me sentí muy herida por una amiga. Podía sentir la amargura brotando en mi corazón mientras experimentaba el dolor que sentía. Pero estaba decidida a no permitir que los malos sentimientos me esclavizaran. Romanos 8:26 dice, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad.

Oré fervientemente y diariamente y pedí al Espíritu Santo que ayudara a mi mente y mi corazón. Y sabes qué?, lo hizo. El Espíritu Santo me ayudó a liberar la ofensa. La palabra ayuda en griego significa “agarrarse de otro”. En la debilidad de tu carne, cuando se lo pides, el Espíritu Santo te ayuda apoderándose de ti e interviniendo, cambiando tu corazón e impactando tus acciones. Estoy muy agradecida, ¿tú no?

La próxima vez que te sientas tentado a arremeter, impacientarte, guardar rencor o reaccionar con indiferencia, resentimiento o rabia, pide ayuda al Espíritu Santo. Ora para que él tome el control y que el fruto de su Espíritu sea evidente en tu vida. A medida que tu vida da frutos, te conviertes en un fuerte testigo del poder del Evangelio y de la obra del Espíritu Santo.