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¿Está tu vida llena de celebraciones? ¿Alguna vez te diste cuenta de que Jesús siempre estaba listo para celebrar? Creo que esa es una de las razones por las que era un gran líder y a la gente le encantaba estar con él. Su primer milagro fue convertir el agua en vino en la celebración de una boda, poniendo así su sello de aprobación a lo que algunos podrían llamar una frívola pérdida de tiempo y dinero: una gran celebración de bodas. Vemos que a menudo iba a cenar a casa de la gente. No estaba demasiado ocupado para dedicar tiempo a estos momentos personales de celebración.
No quería que la multitud que venía a escucharlo hablar se fuera con el estómago vacío, así que convirtió el almuerzo de un niño en comida para miles de personas- una fiesta normal. Dos de sus parábolas más famosas tratan de un rey que organizó un banquete y se enojó cuando nadie vino, y de un padre que organizó una fastuosa fiesta cuando su hijo descarriado regresó a casa.
¿Cuánto y con qué frecuencia celebras en tu propia vida: ¿en tu trabajo, en tu hogar? Deberíamos buscar motivos para celebrar. Podemos ponernos tan serios y concentrados que nos olvidamos de decir: “Oye, has hecho un gran trabajo; traigamos pizza esta tarde y celebremos”. O “Has estado trabajando tan duro que te mereces un regalo; el helado corre por mi cuenta; vamos a celebrar”.
Desde eventos pequeños hasta grandes, podemos agregar mucha vitalidad y alegría a nuestras vidas y a las de los demás si nos tomamos el tiempo para celebrar. Busca excusas para celebrar para ti y tus compañeros de trabajo o tu personal, así como para su familia y amigos.
Quizás pienses que esto no suena muy importante o espiritual, pero celebrar debería ser parte de nuestras rutinas diarias. Alienta y motiva a la gente. Aligera sus cargas. Se centra en cosas positivas más que negativas. Hay muchas buenas razones espirituales para ser una persona que celebra. Jesús lo era.
Entonces, hoy, mientras atraviesas tu día, busca un motivo para celebrar. Quizás tu hijo obtenga una buena nota en la escuela; celebrarlo. Quizás tu compañero de trabajo obtenga un ascenso; celebrarlo. ¿Un miembro del personal completó una tarea difícil con excelencia? Celebrarlo. Si hoy es el cumpleaños de un amigo, celébralo.
Las celebraciones no tienen por qué costar mucho dinero, o nada de dinero. Una celebración puede ser algo tan simple como palabras de elogio, una tarjeta o una nota por correo, un pastel y galletas, o una fiesta con todo. Hay tantas formas creativas de celebrar y Jesús siempre estuvo dispuesto a hacerlo porque conocía el valor de las celebraciones.