Play

¿Cómo nos las arreglamos cuando Dios nunca nos da una respuesta y pensamos que debería hacerlo? Los Salmos nos son de gran ayuda aquí, porque con frecuencia tanto David como Asaf expresaron su frustración por la falta de respuestas.

En el Salmo 44 David le dice al Señor:

Pero ahora nos has rechazado y humillado… Nos has dejado en ridículo ante nuestros vecinos… Nos has hecho el hazmerreír de las naciones… Todo esto nos ha sucedido, a pesar de que nunca te olvidamos ni faltamos jamás a tu pacto…. ¡Despierta, oh Señor! ¿Por qué duermes? … ¿Por qué escondes tu rostro y te olvidas de nuestro sufrimiento y opresión?

Ese es un hombre enojado, expresándolo abiertamente a Dios. Y en ese momento, sin respuestas a sus preguntas, su ira se descargó hacia Dios.

Ahora, no quiero dar a entender que creo que deberíamos gritarle a Dios cuando nos plazca. Pero sí quiero decirte que, si estás viviendo con esas preguntas difíciles y sin respuesta, está bien que le digas a Dios exactamente lo que sientes al respecto. Por favor díselo a Dios; él conoce tus sentimientos y pensamientos de todos modos, y si no ventilas esos pensamientos, o intentas negarlos o ignorarlos, se convertirán en amargura y depresión.

¿A quién contárselo mejor que a Dios? Él te comprende completamente y nadie será más justo ni más amable contigo que él. No reprendió a Martha por sus preguntas. No criticó a David y Asaf por expresar su enojo. ¿Y no es interesante que todo eso esté registrado en las Escrituras para que lo leamos? Eso no es un accidente, ¿sabes? está ahí para mostrarnos cómo abordar las preguntas sin respuesta. Entonces, si las preguntas y la ira arden dentro de ti, quédate a solas con Dios y díselo en voz alta.

Noto que cada vez que David o Asaf expresaron su frustración por sus preguntas sin respuesta, pronto regresaron a esa confianza básica en Dios que era la piedra angular de sus vidas.

Una de las frases frecuentes de David era,

¿Por qué estás tan abatida, alma mía? ¿Por qué estás tan angustiada? En Dios pondré mi esperanza y lo seguiré alabando. ¡Él es mi Salvador y mi Dios! (Salmo 43:5).

Entonces, acude hoy a Dios con tus preguntas sin respuesta. Derrámalas ante él, pero luego vuelve a lo que sabes acerca de quién es Dios. Di con David: “ En Dios pondré mi esperanza y lo seguiré alabando. ¡Él es mi Salvador y mi Dios!”.