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Quiero presentarte a La Gracia. Es posible que la hayas conocido antes; Estoy segura de que sí. Pero tal vez aún no la hayas conocido demasiado bien. Ella es una gracia asombrosa. ¿Qué la hace tan asombrosa?

Primero y más importante, la gracia es tu boleto al cielo.

Porque por gracia son salvos por medio de la fe; y esto no de ustedes pues es don de Dios. No es por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8-9).

Tus buenas obras no te llevarán allí. El hecho de que seas mejor que muchas otras personas no cuenta. Si pones tu confianza en Jesucristo, confiesas tus pecados y crees en tu corazón que él es el camino (y el único camino) de conocer a Dios, entonces Dios te da un boleto. Es un boleto de ida que garantiza que pasarás la eternidad con él en el cielo, y ese boleto es la gracia. No puedes comprar este boleto; es gratis y es la única forma de llegar allí.

En segundo lugar, la gracia es suficiente para cada necesidad que tengas en tu camino al Cielo.

Pero él me dijo: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9).

El apóstol Pablo se refiere aquí a un “aguijón en su carne”, lo llamó así. Tres veces oró para que Dios se lo quitara: le hiciera la vida más fácil y le hiciera más eficaz en el servicio a Jesús. ¡Quita esta espina, Señor! Parecía la solución obvia a su problema.

Pero en cambio, Dios le dijo: “Bástate mi gracia”. Mi gracia es todo lo que necesitas. Mi poder se manifiesta perfectamente en tu debilidad.

¿Qué has orado para que Dios arregle—que componga, que resuelva—y Él aún no lo ha hecho? Tal vez lo haga, en su propio momento, o tal vez no. Pero te puedo garantizar una cosa: si naces de nuevo mediante la fe en Jesucristo, la asombrosa gracia de Dios será suficiente para ti. El poder de Dios se manifestará en formas que ni siquiera puedes imaginar.

Cuando admites que eres débil e indefenso, la gracia se manifiesta.