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Estoy examinando lo que significa disfrutar de tu perdón: vivir en la increíble verdad de que cuando confiesas y abandonas tus pecados, Dios perdona libremente y, además, ya no los recuerda contra ti. Están tan alejados de ti como lo está el Este del Oeste y, por supuesto, el Este y el Oeste nunca podrán encontrarse.
En 1 Juan 2:12 leemos: “Les escribo a ustedes, queridos hijos, porque sus pecados han sido perdonados por el nombre de Cristo.” Tus pecados perdonados han sido perdonados por el honor del nombre de Jesús. Todo esto se hace para la gloria de Dios. Vivir en la alegría de tu perdón, testificar que Dios te ha perdonado, disfrutar de tu perdón es lo que Dios quiere para sus hijos, los que nacen de lo alto por la fe en Jesucristo.
Quiero cerrar con una cita de un artículo que leí de Luke Roland:
La verdad es que el cristianismo como religión realmente tiene un solo participante y ese es Jesús. No somos participantes, sino destinatarios. Recibimos y tomamos el regalo más asombroso que jamás podamos recibir, que es el perdón. Por eso creo que es importante que en este momento comprendamos nuestra justificación y tomemos muy en serio nuestro perdón, para no dejarnos llevar por una nueva doctrina falsa.
Y esa falsa doctrina es que el perdón es algo que tienes que ganartelo o por lo que tienes que trabajar. Que tienes que pagar por tus pecados, tus errores, tus decisiones equivocadas. Y luego, por supuesto, nunca podrás disfrutar de tu perdón, porque nunca podrás pagarlo ni ganártelo. Entonces, es un dilema. Pero Jesús ha venido para liberarte de esa esclavitud. Como nos dice Gálatas 5:1: “Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud”.
Mi oración hoy es que comiences ahora a disfrutar de tu perdón y sigas aprendiendo a hacerlo. Lo haces llevando cautivo cada pensamiento (esos pensamientos de culpa y arrepentimiento), tomándolos y reemplazándolos con la verdad de que estás perdonado. La verdad te hace libre.