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Presentado by Lisa Bishop

¿Te resulta difícil admitir cuando te equivocas?

Esta semana hemos estado hablando sobre el perdón y hoy quiero hablar sobre cómo desempeñar tu papel en la restauración y el fortalecimiento de las relaciones a través del poder de una disculpa.

Si somos honestos, podemos ser propensos a negarnos a humillarnos y pedir perdón por nuestros recelos. Tenemos una tendencia a no ver nuestras faltas, sino a señalar rápidamente las transgresiones de los demás.

Pero como seguidores de Jesús, somos llamados como dice 1 Pedro 5:5-6:

“Revístanse todos de humildad en su trato mutuo, porque: «Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes».  Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios para que él los exalte a su debido tiempo”.

Cuando te sinceras y confiesas tus defectos, te humillas ante Dios. La confesión no es sólo lo correcto, sino lo justo. Ya sea que hayas chismeado sobre un compañero de trabajo, hayas perdido los estribos con un compañero de equipo o no hayas cumplido con un compromiso con un amigo o familiar, asume la responsabilidad de tu fraca

Como primer paso, presta atención a las palabras de 1 Juan 1:8-10.

“Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad. Si afirmamos que no hemos pecado, lo hacemos pasar por mentiroso y su palabra no está en nosotros”.

Confiesa tu pecado a Dios y luego sincérate con la persona a la que lastimaste u ofendiste. Asume la responsabilidad de tu error. Y cuando lo hagas, sé específico sobre por qué estás pidiendo perdón.

Por ejemplo, con un compañero de trabajo podrías decirle: “Me equivoqué cuando hablé de ti en la reunión. ¿Me puedes perdonar?” O, cuando hablamos con un ser querido, “estaba impaciente y reaccioné de forma exagerada. Así no es como quiero ser. Nuestra relación es importante para mí, ¿me perdonas?

La clave para disculparse es ser sincero y asegurarse de que tu admisión sea sincera, sabiendo que cuando te comportas mal, entristeces el corazón de Dios, además de abrir una brecha en las relaciones.

Si bien una disculpa sincera no garantiza que se te conceda la gracia, una petición genuina de perdón puede ser el comienzo de una relación renovada. En lugar de conformarse con una amistad fracturada, se humilde, avanza hacia la reconciliación y haz tu parte para reparar el daño y restablecer la conexión.