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Estoy compartiendo algunos extractos de un devocional de 30 días que escribí hace unos años.
Nuestra escritura para hoy es Isaías 35:3-4:
“Fortalezcan las manos débiles, afirmen las rodillas temblorosas; digan a los de corazón temeroso: «Sean fuertes, no tengan miedo”.
¿Has notado que el desánimo parece alcanzar niveles epidémicos? La mayoría de los ambientes laborales están inundados de desánimo, y muchas veces nuestros hogares están llenos de palabras desalentadoras.
Como cristianos, ser un alentador no es una opción, es una directiva. Los cristianos deben ser personas que fortalezcan a los débiles y exhaustos con palabras de aliento.
¿Puedes pensar en alguien en la categoría de débil y/o exhausto en este momento? Tal vez sea un compañero de trabajo o tu jefe. Es posible que pongan una cara que diga: “Tengo todo bajo control y no necesito a nadie”. Pero no dejes que eso te engañe. Al igual que tú y yo, ellos necesitan escuchar palabras de aliento, palabras de esperanza y alegría, y necesitan escucharlas de ti.
También debemos alentar a las personas que han fracasado. Bernabé fue ese tipo de alentador. Cuando Marcos fracasó y el apóstol Pablo no quiso darle otra oportunidad, Bernabé insistió en permitirle viajar con ellos. Entonces, cuando no pudieron ponerse de acuerdo, Pablo tomó un camino con Silas, y Bernabé y Marcos tomaron otro. Más tarde, Pablo le pide a Timoteo que busque a Marcos y lo traiga porque “Marcos me es útil para el servicio”, dijo.
No es necesario llenar demasiados espacios en blanco para ver qué pasó. Bernabé tomó a Marcos, le enseñó, lo animó y Marcos se convirtió en un siervo provechoso de Jesucristo. Obviamente, Pablo también reconoció esto y me imagino que aprendió una valiosa lección de Bernabé. Es realmente importante animar a las personas en momentos de fracaso.
Si conoces a alguien que esté luchando contra el fracaso, anímalo. Necesitan saber que no todo está perdido y que pueden seguir donde están. Mi desafío para ustedes es animar hoy al menos a una persona débil y agotada.