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Voy a compartir algunas meditaciones para el trabajo de un devocional de treinta días que escribí hace unos años. Creo que te darán ánimo y algo en qué reflexionar cada día.

Quiero hablar sobre el poder del “lo siento”. Una buena amiga mía me dijo que la mayor diferencia entre ella y sus compañeros de trabajo que no son cristianos es que ¡ella se disculpa mucho más que ellos! Ella lucha con cosas en su vida, tal como lo hacemos tú y yo. Pero ella está dispuesta a decir: “Lo siento” y estoy convencida de que sus disculpas son testimonios del poder de Jesús.

¿Has perdido recientemente los estribos con un compañero de trabajo, le has mentido a tu jefe o has engañado a un cliente de alguna manera? Si es así, probablemente tu conciencia no ha dejado de molestarte, y eso es bueno. Cuando nuestro propio pecado no nos molesta, estamos en una posición muy peligrosa. Un remordimiento de conciencia es una forma en que Dios te insta a aprovechar su oferta para perdonarte y purificarte; todo lo que tienes que hacer es confesar.

Tal vez te estés preguntando cómo podrías ser testigo de Jesús si sabes que has fallado y los demás saben que has fallado y, es más, puedes volver a fallar. Pero todo el mundo lucha con el fracaso, y aquellos que no son cristianos no tienen una buena manera de lidiar con la culpa que a menudo acompaña al fracaso. Una de las mejores maneras de testificar es reconocer nuestros propios fracasos, hacer restitución cuando sea necesario y compartir que Dios es un Dios que perdona y restaura.

Puedo recordar cuando Dios usó un fracaso específico de mi parte, para ayudar a un compañero de trabajo cristiano en dificultades, a comprender que Dios lo perdonaría y restauraría cuando fallara. Realmente lo arruiné delante de él y no quería volver a esa oficina. Pero Dios claramente me dijo que regresara y fuera muy honesta acerca de mi fracaso, y eso fue lo que hice.

Obviamente hubiera sido mejor no fallar, pero ¿no es grandioso que Dios use incluso nuestros defectos? No permitas que el fracaso o el miedo al fracaso te impidan ser un testigo audaz de Jesús. Recuerda, él puede convertir tus cenizas en belleza, si se lo permites.