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A veces a los cristianos nos gusta vernos en desventaja en nuestro mundo laboral. Podemos volvernos un poco paranoicos por el hecho de que nos molesten, nos aíslen o se rían de nosotros. Pero la verdad es que, como creyentes, tenemos una inmensa ventaja sobre los no creyentes en nuestro mundo laboral, porque tenemos un arma secreta: la oración.
Nuestros días van mejor cuando comenzamos con la oración. Aquí hay otro beneficio importante que nos brinda la oración.
Ventaja: tienes una forma de afrontar las crisis.
Como creyente, durante todo el día puedes elevar oración al Señor, en silencio y rápidamente. Entonces, cuando surge algo inusual, cuando surge algún problema o algo no va como debería, tú tienes este recurso siempre presente de ayuda y orientación. Este es uno de tus mayores beneficios como creyente.
Cuando enfrentes una crisis o alguna gran necesidad, puedes orar en ese mismo momento y Dios te guiará, te consolará y te rescatará. ¿Lo has probado en el trabajo? ¿Creías que el brazo de Dios era demasiado corto para salvarte en un problema relacionado con el trabajo? ¡Nunca!
Cuando no sepas la respuesta a un problema, ora. Cuando te enfrentes a una tarea que parezca demasiado grande, ora. Cuando no puedes determinar qué debes o no debes hacer, ora. Cuando parezca que las cosas se están yendo por el desagüe, ora.
“Dios es nuestro refugio y nuestra fortaleza, nuestra segura ayuda en momentos de angustia.” (Salmo 46:1).
El Señor está esperando saber de ti y librarte de tus problemas.
Ahora quiero dejar claro que la oración no es una varita mágica que agitamos para exigir la ayuda de Dios. La oración no es un método para persuadir a Dios de que haga lo que queremos que haga. La oración es la forma en que nos alineamos con lo que Dios quiere hacer en cualquier situación dada. Es la forma en que Dios nos cambia. Es la forma en que renunciamos a nuestras ansiedades y preocupaciones y permitimos que Dios sea Dios en nuestras vidas.