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¿Habrías imaginado alguna vez que un hombre del Antiguo Testamento podría ofrecernos un modelo piadoso para los cristianos en el mundo laboral actual? Daniel es ese hombre. Si no has leído el libro de Daniel últimamente, te animo a que lo hagas, porque hay mucho que te animará en tu vida hoy.

Al leer su historia, verás que:

  • El mayor testimonio de Daniel fueron sus hábitos de trabajo y su dedicación para hacer bien su trabajo.

“Y tanto se distinguió Daniel entre los administradores y los sátrapas por sus extraordinarias cualidades que el rey pensó en ponerlo al frente de todo el reino” (Daniel 6:3). Esto causó muchos celos entre los sátrapas, por lo que se propusieron encontrar algo contra Daniel en su conducción de los asuntos gubernamentales, pero no pudieron encontrarlo.

“No encontraron en él corrupción, porque era digno de confianza, y no corrupto ni negligente” (Daniel 6:4b).

¡Qué testimonio! Ni corrupto ni negligente. Realmente nunca me considero corrupta, ¿y tú? Sin embargo, echemos un vistazo a lo que se incluye bajo el título de corrupto: culpable de prácticas deshonestas como hacer trampa en la cuenta de gastos, utilizar los activos de la empresa para tu propio beneficio, deslealtad a tu empleador, dar informes que exageran lo bueno y pasan por alto lo malo, por nombrar solo algunos.

Y aunque pasemos la prueba de la corrupción, aquí viene el “nunca negligente”. ¿Quieres decir nunca descuidar lo que se supone que debes hacer? ¿Nunca dejar de dar todo lo que tienes? ¿Nunca dejar de cumplir las promesas y hacer el seguimiento necesario? ¿Nunca pasar por alto las cosas que odias hacer y dejarlas sin hacer? ¿Nunca?

¡Soy culpable! No me gustaría que mis hábitos de trabajo fueran tan examinados como los de Daniel. Con todos esos sátrapas buscando algo con qué colgarlo, no pudieron encontrar nada.

¿Ves por qué Daniel nos da un gran modelo a seguir de un cristiano que trabaja en un trabajo secular?