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Presentado por Lisa Bishop

¿Alguna vez te han dicho una palabra desagradable? ¿Qué sentimiento evocó? Las duras palabras que me han dicho me han dejado con un sentimiento de vergüenza, cobardía, miedo y duda. ¿Y tú?

Por otro lado, ¿cuándo has dicho una palabra desagradable o has hecho un gesto desagradable? A un amigo, un cónyuge, un compañero de trabajo; ¿O incluso un extraño? Digo cuándo, porque la realidad es que todos tenemos momentos poco brillantes en los que la impaciencia, la ira, la frustración o la arrogancia se han apoderado de nosotros y nos han atraído a comportamientos impropios de un seguidor de Jesús. Sabemos que estamos llamados a ser amables y, sin embargo, pueden salir de nosotros palabras y acciones insensibles, irreflexivas y desconsideradas. En un mundo acelerado donde el estrés y la división pueden prevalecer, ¿cómo cultivamos la bondad en nuestras vidas?

Efesios 4:30-32 capta maravillosamente la esencia de la bondad:

“No entristezcan al Espíritu Santo de Dios con la forma en que viven. Recuerden que él los identificó como suyos, y así les ha garantizado que serán salvos el día de la redención. Líbrense de toda amargura, furia, enojo, palabras ásperas, calumnias y toda clase de mala conducta. Por el contrario, sean amables unos con otros, sean de buen corazón, y perdónense unos a otros, tal como Dios los ha perdonado a ustedes por medio de Cristo”

Estos versículos nos recuerdan nuestro llamado como seguidores de Jesús y cómo debemos vivir apartados, señalando a las personas hacia Jesús buscando la bondad, la compasión y el perdón. La bondad es un fruto del Espíritu Santo y puede ser un acto simple pero profundo de tratar a los demás con empatía y respeto. Y podemos entristecer al Espíritu Santo cuando actuamos de manera desagradable. La palabra griega traducida como “entristecerse” significa “hacer sentir tristeza, dolor, infelicidad o angustia”. El Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad. Es una persona, no un eso. Él es Dios. Él tiene personalidad y la capacidad de sentir emociones y entristecemos al Espíritu Santo cuando guardamos rencor o retenemos el perdón. Cuando nos hablamos unos a otros con palabras descuidadas, en lugar de palabras edificantes y alentadoras.

En mi vuelo a casa desde Utah hace unos días aprecié una camiseta de una mujer. Decía: “Estoy haciendo lo mejor que puedo”. Ahora no conozco su historia, pero esas palabras me recordaron que nunca sabemos con qué se enfrenta la gente. Detrás de las sonrisas en la oficina y de las selfies en las redes sociales suele haber mucho dolor y angustia. Recordemos ser tiernos, amables y amorosos con los demás.