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Si hicieras una lista de todas tus palabras favoritas, ¿sería “disciplina” una de ellas? Más bien lo dudo; No creo que esté en mi lista. Para mí, la disciplina es una tarea, una tarea grande, y si pudiera encontrar alguna manera de pasar la vida sin ella, logrando lo que quiero lograr, créeme, lo intentaría.

Entonces, ¿por qué estoy hablando de disciplina y por qué titularía esta serie “La alegría de la disciplina”? Porque aunque no nos guste tanto la palabra y lo que representa, la verdad es que: La disciplina es necesaria. Es necesaria, claro, si de verdad quieres lograr algo que valga la pena en tu vida y alcanzar tus objetivos. Es necesaria si quieres convertir tus sueños en logros. Es necesaria si no estás dispuesto a conformarte con la mediocridad o la banalidad.

Y permítanme hacer un punto que es muy crítico:

¡La falta de disciplina es sufrimiento autoinfligido!

La disciplina no es divertida, ¡al menos no todo el tiempo! Pero, si te niegas a imponerte disciplina, te infligirás sufrimiento a ti mismo. Como alguien dijo: “Todos debemos sufrir uno de dos dolores: el dolor de la disciplina o el dolor del arrepentimiento. La diferencia es que la disciplina pesa onzas mientras que el arrepentimiento pesa toneladas”.

¡Entonces, elegir la disciplina sobre los arrepentimientos genera alegría! Hay alegría en ser una persona disciplinada.

Aquí hay algunos versículos de Proverbios que nos dicen el valor de la disciplina:

“Pues su mandato es una lámpara y su instrucción es una luz; su disciplina correctiva es el camino que lleva a la vida” (Proverbios 6:23).

“Si desprecias la crítica constructiva, acabarás en pobreza y deshonra; si aceptas la corrección, recibirás honra.” (Proverbios 13:18).

“Si rechazas la disciplina, solo te harás daño a ti mismo pero si escuchas la corrección, crecerás en entendimiento” (Proverbios 15:32).

El sabio Salomón señala que la disciplina trae entendimiento y honor, evita la pobreza y la vergüenza, y es el camino a la vida. La Palabra de Dios garantiza imponer las disciplinas necesarias para hacer cambios maravillosos y gozosos en tu vida.

Por supuesto, eso requiere intencionalidad: tienes que hacer que suceda. Voy a darte algunas sugerencias sencillas y prácticas que pueden ayudarte a imponer disciplina donde la necesites. Estaré compartiendo mis propias luchas y fracasos y, créelo o no, éxitos. ¡Soy la prueba viviente de que cualquiera puede adquirir disciplina!