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Jesús nos enseñó a dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Dado que no hay Césares en nuestras vidas, ¿qué significa eso para nosotros hoy en día en nuestro mundo cotidiano? Concluimos nuestros pensamientos sobre las prioridades en conflicto. Creo que este es un principio que debemos entender muy claramente.

Si piensas en tu empleador como “César” en este caso, ¿cómo se aplica este principio a ti?

Bueno, en primer lugar, ¿cuáles son las cosas que deberías darle a tu empleador, las cosas que son legítimamente suyas?

  1. Trabajo duro. Debes ser cuidadoso de aplicarte concienzudamente y trabajar tu turno completo. Un cristiano nunca debe aprovecharse de su empleador estafándolo fuera del tiempo o del trabajo que le corresponde.
  2. Proteger los bienes del empleador. Esos lápices y bolígrafos, sujetapapeles y blocs proporcionados por tu empleador no son para tu cuarto de suministros personales en el hogar. Las cuentas de gastos deben ser meticulosamente honestas y justas.
  3. Lealtad. Mientras tomas tu salario de ese empleador, le debes respeto y no te debes encontrar apuñalándolo por la espalda o atropellándolo con otros.

Pero, por otro lado, ¿qué NO le debes a tu empleador?

  1. Deshonestidad de cualquier tipo. Mentir para tu patrón es darle él lo que le corresponde a Dios. Un empleador no tiene derecho a pedirle a un empleado que mienta o engañe de ninguna manera. Aquí es donde debes tomar una posición y no rendirle a ese empleador lo que no le corresponde.
  2. Participación en cualquier actividad que deshonra a Dios. Socializar después del trabajo puede crear algunas situaciones comprometedoras. Si tienes que ser parte de esto para mantener tu trabajo, probablemente sea hora de buscar otro. Estás dando al César lo que es de Dios.

Mientras pensamos en cómo elegir entre prioridades en conflicto, queremos recordar siempre que hay algunas líneas claras que trazar. Da a tu empleador lo que le corresponde. Jesús nos dio ese principio, y debemos tomarlo muy en serio. Pero asegúrate de no caer en la trampa de darle a un empleador lo que Dios tiene derecho a pedirte.