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¿Alguna vez has conocido a un adulto que era infantil? Una persona que se supone que es adulta pero que se comporta de manera infantil no es alguien a quien admiremos. Sin embargo, muchos cristianos nunca han crecido en su fe y su caminar con Dios tiene muchas características infantiles.

Pedro escribió: “Como bebés recién nacidos, deseen con ganas la leche espiritual pura para que crezcan a una experiencia plena de la salvación. Pidan a gritos ese alimento nutritivo ahora que han probado la bondad del Señor.” (1 Pedro 2:2-3).

Pero en Hebreos leemos: “Pues el que se alimenta de leche sigue siendo bebé y no sabe cómo hacer lo correcto. El alimento sólido es para los que son maduros, los que a fuerza de práctica están capacitados para distinguir entre lo bueno y lo malo” (Hebreos 5:13-14).

¿Cómo describirías la fe que vive de la leche? Bueno, este tipo de cristianos son los que corren de una persona a otra, de una iglesia a otra, de un evento a otro, buscando una nueva experiencia o buscando entretenimiento cristiano. Quieren una enseñanza fácil de digerir en lugar de un estudio profundo de la Palabra de Dios.

Otro rasgo de la fe infantil es que está arraigada en el emocionalismo en lugar de estar arraigada en la verdad. Las emociones están bien; son dones dados por Dios que necesitamos. Pero si tu fe se basa en tus sentimientos, es una fe infantil. Hace calor y frío, así mismo pasa con tus sentimientos. La fe infantil es a menudo un paseo en montaña rusa: un día sube, al día siguiente baja.

Los cristianos que viven de la leche son aquellos que no tienen un plan estructurado de estudios bíblicos en sus vidas. No han avanzado más en su caminar con Dios este año que el año pasado.

La fe infantil e inmadura se caracteriza por desanimarse fácilmente y darse por vencido rápidamente. Espera ser servido más que servir. La fe infantil espera que la iglesia satisfaga sus necesidades, en lugar de buscar formas de ministrar a los demás.

El Apóstol Pablo dijo que cuando llegó a ser hombre, dejó las cosas de niño. Te invito a orar seriamente por una fe como la de un niño, y a dedicarte a desechar las cosas infantiles. No querrás quedarte en ese modo infantil. Estoy segura de que deseas crecer en Cristo hasta la plena madurez y tener una fe que tenga maravillosas cualidades de niño, pero que no sea infantil.