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¿Cómo está tu esperanza? Pablo escribió a los romanos: “Que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría y paz a ustedes que creen en él, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo” (Romanos 15:13). ¿Dirías que estás “rebosante de esperanza”? ¿Y cómo sería eso?

Piensa en los momentos de tu vida en los que realmente estás luchando. Tu fe es débil, las circunstancias parecen empeorar, tienes ganas de renunciar, quieres huir, las cosas simplemente no están bien. ¿Qué falta en esos tiempos? Es esperanza, ¿no? Has perdido la esperanza de que Dios te ayude, o que esas personas difíciles en tu vida alguna vez cambien, o que la vida sea más fácil. La pérdida de la esperanza conduce eventualmente a la depresión y, en su extremo, a no querer vivir más.

La esperanza es absolutamente esencial para tu vida. No puedes vivir sin esperanza. Y en este pasaje, Pablo da el secreto, el camino, que te dará una esperanza desbordante. Dos cosas: debes confiar en el Dios de la esperanza, y en segundo lugar, debes confiar en el poder del Espíritu Santo. Entonces, si quieres rebosar de esperanza y conocer el gozo y la paz que trae la esperanza, debes ser intencional en cuanto a confiar en Dios.

Poner tu confianza en Dios significa que eliges deliberadamente creer que Dios te ama, que Dios se preocupa por ti y que Dios tiene buenos planes para ti. Confías cuando no puedes ver o entender. La esperanza llega cuando decides que confiarás en Dios y, a la inversa, la esperanza muere cuando te preocupas, cuando tienes miedo, cuando te olvidas de confiar en Dios.

Sé que es fácil decir: “Solo confía en Dios” y puede parecer trillado cuando estás en medio de la desesperación. Pero, queridos amigos, la confianza es una elección que tú y yo debemos hacer y no se hace una vez. La mayoría de las veces es una elección diaria, a veces varias veces al día, cuando te dices la verdad a ti mismo y eliges la esperanza. Estas son las buenas noticias: si naces de nuevo por la fe en Jesús, tienes el poder para hacerlo porque tienes el Espíritu Santo. Entonces, es cuestión de encender ese poder y elegir la esperanza.