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A todos nos encantan las historias de coraje y valentía, ¿verdad? Creo que esa es una de las razones por las que amamos la historia de David y Goliat, porque este joven tuvo el coraje de enfrentarse a un gigante de nueve pies y derrotarlo. No dejó que ni siquiera un enemigo formidable lo hiciera desanimarse.
Mientras David evaluaba la situación con Goliat, le dijo a Saúl: “Que nadie se desanime por causa de este filisteo; tu siervo irá y peleará con él” (1 Samuel 17:32). ¿Dónde encontró David el valor para enfrentar a este enemigo imposible?
Bueno, David sabía que el gigante filisteo era el enemigo del Señor y, por lo tanto, debía ser derrotado. Dijo a sus hermanos: “¿Quién es este filisteo incircunciso para que desafíe a los ejércitos del Dios viviente?” (1 Samuel 17: 26b). Eso no fue arrogancia por parte de David; era un reconocimiento del enemigo y la creencia de que Dios no podía ser desafiado por un simple enemigo, sin importar cuán grande fuera.
Como creyentes, todos enfrentamos a un enemigo todos los días, Satanás, y su objetivo es derrotarnos de cualquier forma que pueda. Elige las armas que cree que funcionarán mejor contra cada uno de nosotros y comienza a disparar sus flechas encendidas desde todas las direcciones. Probará la flecha de los sentimientos heridos; le encanta usar la flecha del egocentrismo; es un experto con la flecha del miedo al fracaso o al rechazo; la autocompasión es una de sus flechas más eficaces. Tiene todo un arsenal de flechas encendidas y es un tirador directo. ¿Qué flechas te ha estado apuntando últimamente? ¿Están haciendo que te desanimes?
Efesios 6 nos enseña que cuando tenemos la fe como nuestro escudo, podemos apagar todas las flechas de fuego del maligno. Sostener ese escudo de la fe no es un acto de nuestras emociones; es un acto de nuestra voluntad. Lo hacemos por fe.
Santiago nos dice: “… Resiste al diablo, y él huirá de ti” (Santiago 4: 7). Resistir al diablo es simplemente reconocer su ataque y enfrentarse a él con el escudo de la fe.
¿Qué flechas has estado esquivando últimamente? ¿Levantarás el escudo de la fe, por la fe, y creerás la promesa de Dios de que el diablo huirá de ti? Así es como evitas desanimarte cuando te enfrentas al enemigo.