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La Biblia dice que las palabras bien dichas son como manzanas de oro con adornos de plata (Proverbios 25:11). Si tuviera un cuenco de plata lleno de manzanas doradas, no solo sería una cosa de gran belleza, sino que obviamente también sería de gran valor. Hay un gran poder en nuestras palabras para hacer cosas maravillosas y hermosas. Y una forma es a través de palabras oportunas, palabras bien pronunciadas. Son encantadoras.

¿Qué es una palabra oportuna? Ahí es cuando le dices algo a alguien en el momento adecuado. Con qué frecuencia la gente ha hecho esto por mí. Tendré algo de desánimo o dudas, y alguien me llamará o me dirá una palabra que simplemente deleita mi corazón y me saca del agujero. Te ha pasado eso. Justo cuando sientes que te ves terrible, alguien dice: “Vaya, realmente te ves bien hoy”. Justo cuando te sientes fracasado, escuchas: “Hiciste un gran trabajo”. Y solo esas pocas palabras pueden cambiarlo todo por completo.

Un principio que enseñé a los gerentes fue: “Trate de ver a sus empleados haciendo algo bien, y en el momento en que lo haga, dígaselo”. Es una palabra oportuna y puede hacer más por la moral y la productividad que cualquier otra técnica de gestión que pueda aprender. Pruébalo con alguien. Sorpréndelo haciendo algo bien y díselo inmediatamente.

Las palabras de aliento también son hermosas. ¿Puedes pensar en alguien que necesite ánimo hoy? Tómate el tiempo para darle a alguien esa palabra de aliento adecuadamente hablada.

Cuando alguien está sufriendo, es posible que no tengas grandes palabras de sabiduría, pero siempre puedes decir: “Lo siento mucho. Sé lo mucho que duele”. Con frecuencia, una palabra comprensiva —simplemente sufrir por el que sufre— es justo lo que esa persona necesita.

Bueno, la Biblia tiene mucho que decir sobre las palabras que hablamos. Y no hay duda de que tenemos el poder de la vida y la muerte en nuestras lenguas. Quiero desafiarte a que te unas a mí para determinar, por la gracia de Dios, usar tu lengua para traer vida y no muerte, a ti mismo y a los demás. ¡Qué testimonio sería ése! ¿Por qué deberíamos conformarnos con menos? Vamos  por ello.