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Para llegar al cielo, tienes que cambiar. Eso es lo que Jesús dijo en Mateo 18: 3: ” Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos”.

El cambio requiere admitir que estás equivocado, y muchas personas simplemente se niegan a humillarse y decir: “Necesito cambiar”. Es ese viejo orgullo de serpiente lo que se mete en nuestras mentes y corazones, y nos rebelamos contra cualquier cambio porque nos negamos a admitir que necesitamos cambiar.

En uno de mis seminarios de negocios, una gerente me dijo que una de sus empleadas tenía un tono de voz muy brusco que sonaba grosero para los clientes. Cuando la confrontó con la necesidad de que cambiara su tono de voz, su empleada se puso muy a la defensiva. Ella dijo: “Mi madre me ha estado diciendo eso toda mi vida, pero no voy a cambiar mi forma de hablar. Así soy, y me estás pidiendo que sea una farsante”. Entonces, se negó a seguir el consejo de su madre o de su gerente; eligió ser como es en lugar de admitir que necesitaba cambiar.

Ahora, ¿no tenemos que admitir todos que hemos hecho algo similar? Verás, cambiar es una lección de humildad. Cualquiera que esté trabajando para cambiarse a sí mismo está admitiendo que tiene margen de mejora, y eso requiere humildad. En el siguiente versículo, Mateo 18: 4, Jesús continúa diciendo: “Cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos”.

Esta es una razón clave por la que la gente no cambia. Cuando Jesús les dijo a esas personas que tenían que cambiar y volverse como niños, humillarse, no muchos de ellos estaban dispuestos a hacer eso. La mayoría de las personas rechazan a Jesús porque no están dispuestas a admitir que tienen la necesidad de cambiar.

¿Qué hay en tu vida? ¿Algún orgullo estúpido te impide decir: “Sabes, esa es un área en la que realmente necesito cambiar. Por la gracia de Dios, voy a cambiar para mejorar”? Si el orgullo es el problema, ¿le pedirás hoy a Dios que te perdone y te dé un corazón que esté dispuesto a cambiar?

En 2 Corintios 3:18 leemos que estamos siendo transformados a la semejanza de Jesucristo con una gloria cada vez mayor. La transformación es cambio. Es emocionante pensar que podemos ser transformados a la semejanza de Jesús; No quiero perderme esa transformación, ¿y tú? Pero recuerda, para llegar a ser cada vez más como Jesús, tenemos que cambiar.