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Como cristianos en el mundo laboral, enfrentamos el desafío continuo de caminar por esa delgada línea entre seguir nuestras carreras y buscar el éxito y ser un fuerte testimonio de Cristo donde trabajamos. Integrar nuestro trabajo y nuestra fe no es lo más fácil de hacer, ¿verdad? Las opciones no siempre son en blanco y negro; las decisiones no siempre son tan claras. Y si bien es posible que no hayamos ido a un país o a una cultura extranjera como misioneros, hay momentos en los que sin duda se siente como si fuéramos forasteros, extranjeros en una cultura que se opone a los principios cristianos.

La historia de Daniel nos ofrece algunos principios muy importantes para los cristianos en el lugar de trabajo. Permíteme señalar algunos de los problemas que enfrentó Daniel que no están tan lejos de los que tú puedes haber encontrado.

  • Daniel se vio obligado a aceptar un trabajo que nunca eligió ni quiso.

La historia de Daniel comienza con una nota muy sombría. Fue llevado cautivo, esclavo, a otro país. No tuvo elección. Pero incluso cuando el mal parecía tener el control, Dios estaba cumpliendo sus propósitos. Y a pesar de todo, Daniel mantuvo una actitud positiva.

¿Alguna vez has sentido que has sido colocado en una posición a la que nunca aspiraste? ¿Alguna vez te has sentido atrapado en tu trabajo o en tu empresa? Si te encuentras en ese tipo de situación, es fácil que tu actitud se arruine muy rápidamente.

Incluso si estás en un trabajo de tu elección, sin duda hay días en los que todavía te sientes atrapado- ¡cuando sueñas con huir, tomar el próximo vuelo a un lugar lejano! Pero es exactamente en estos tiempos que se manifiesta la verdadera profundidad de tu fe. Mantener una actitud positiva y gozosa en un lugar donde quizás no quieras estar es una señal de una vida controlada por el Espíritu y es un fuerte testimonio del Señor.

  • Daniel tenía talentos y habilidades dados por Dios, que había perfeccionado. Era un buen administrador de sus dones y oportunidades.

Dios le había dotado a Daniel de una mente muy brillante y rápida, y Daniel había tomado ese don y lo había aprovechado al máximo, incluso en un ambiente hostil. Pablo le escribió a Timoteo: “Por eso te recomiendo que avives la llama del don de Dios que recibiste cuando te impuse las manos.” (2 Timoteo 1: 6). ¿Has avivado la llama de los dones y talentos que Dios ha puesto en ti? Es fácil conformarse con sobrevivir. Pero a menudo estoy convencida de que Dios espera que tome mis dones y los mejore. Tu y yo seremos responsables de la administración de nuestros talentos y habilidades.