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¿Alguna vez has tenido una tristeza fugitiva? La tristeza fugitiva son esos días, esos momentos de tu vida en los que te encantaría huir. Cuando la idea de ir al aeropuerto y tomar el próximo vuelo a cualquier otro lugar, en cambio de estar donde estás, suena como una muy buena idea. Tristeza fugitiva: ¿quién no ha tenido esos días?

David lo expresó muy bien en el Salmo 55. Estaba en un mal lugar entonces; sus enemigos lo amenazaban, su mente era un revoltijo, su corazón estaba angustiado y estaba muy asustado. Ahora fíjate, esa era la condición del Rey David, un hombre conforme al corazón de Dios, quien fue escogido por Dios para ser el Rey de Israel. Quiero decir, vamos, David, ¿por qué querrías huir? Pero escucha lo que escribió:

Si tan solo tuviera alas como una paloma, ¡me iría volando y descansaría! Volaría muy lejos, a la tranquilidad del desierto.  Qué rápido me escaparía, lejos de esta furiosa tormenta de odio” (Salmo 55:6-8).

David estaba haciendo lo que se suponía que debía hacer, como rey designado por Dios, y sin embargo anhelaba volar lejos y descansar. ¿Estás ahora mismo donde David estaba entonces? Bueno, ¿no te alegra que él haya sido inspirado por Dios para poner sus sentimientos por escrito y dejártelos hoy? Dice que no estás condenado por sentir que quieres huir. Incluso los reyes tienen esos tiempos. Pero tienes un Dios que se preocupa y que puede traerte liberación y alivio, allí mismo donde estás.

Después de expresarle a Dios sus deseos y temores desbocados, David dice:

“Pero clamaré a Dios, y el Señor me rescatará. Mañana, tarde y noche clamo en medio de mi angustia,   y el Señor oye mi voz…. Entrégale tus cargas al Señor, y él cuidará de ti; no permitirá que los justos tropiecen y caigan” (Salmo 55:16-17, 22).

Solo quiero recordarte estas palabras de esperanza, de un rey que quería volar lejos de donde Dios lo había plantado. Incluso en medio de hacer lo que Dios te ha llamado a hacer, puedes perder tu flor y el enemigo puede robarte tu alegría. Si ahí es donde estás, simplemente pídele a Dios, clama a él. Echa sobre el Señor tus preocupaciones, y él hará florecer dentro de ti, y tu desierto se convertirá en un jardín donde volverás a florecer, y el gozo del Señor volverá a ser tu fortaleza.