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Como muchos de ustedes, he experimentado esa etapa de la vida en la que mis padres estaban envejeciendo y mis hermanos y yo asumimos la responsabilidad de cuidarlos, inversión de roles, por así decirlo. La vida de mi mamá no terminó como yo la había planeado. En lugar de vivir conmigo después de la muerte de papá, viajar conmigo y hacer cosas divertidas juntas en sus últimos años, como había imaginado, estuvo confinada a una silla de ruedas con demencia, en un hogar donde recibió atención las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Y simplemente no me gustó.

Mi oración durante meses fue: “Señor, su calidad de vida es tan pobre; su memoria no funciona bien; simplemente llévala a casa en el Cielo contigo”. Y luego, Dios me recordó abruptamente que yo no estaba a cargo del número de sus días; él sí. Yo no era quien para juzgar su calidad de vida; él sí. No fui yo quien determinó si sus últimos días valieron la pena y fueron útiles; él sí.

Estamos viviendo en ese “en un ratico” al que Jesús se refirió en Juan 16, ese breve tiempo entre su primera y segunda venida. Y lo que a veces nos parece largo e intolerable, adquiere una perspectiva diferente cuando vivimos a la luz de la eternidad en lugar de centrarnos constantemente en los “pequeños ratos” de nuestra vida presente.

David escribió en el Salmo 39:4:

Hazme saber, Señor, el límite de mis días, y el tiempo que me queda por vivir; hazme saber lo efímero que soy..

Y Moisés oró:

Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestro corazón adquiera sabiduría. (Salmo 90:12).

Cuando mamá falleció, Dios corrió las cortinas del Cielo y me dio un vistazo de cómo su vida había sido una bendición en ese lugar, donde pensé que su vida había perdido sentido. Mucha gente nos contó a mis hermanos y a mí, historias de cómo mamá los había bendecido, simplemente por ser quien era allí mismo en ese lugar. El “ratito” que me pareció tan largo era parte del plan de Dios de usar a mi Mamá en un lugar diferente y de una manera diferente a lo que yo había planeado.

Cualquiera que sea tu “En un ratico” en este momento, para ti o para alguien a quien amas, quiero animarte a que no pierdas de vista el final de la historia. Los “En un ratico” realmente no duran para siempre y como Jesús les dijo a sus discípulos, “ahora ustedes tienen tristeza, pero volveré a verlos; entonces se alegrarán, y nadie podrá robarles esa alegría”.