Play

La Biblia nos llama a ser personas santas y sin mancha. Reconozco lo aterrador que es pensar que Dios espera un estándar tan alto de nosotros.

Yo me conozco, y sé cuán lejos hay que andar antes de llegar a ser santo y sin mancha. Y cuando lo pienso, me asusto. ¿Cómo Dios, puedo ser lo que me has llamado a ser, una vida santa y sin mancha?

Pero déjame decirte algo; ese miedo es algo bueno porque ahí es donde comienza la santidad. ¿Alguna vez has vislumbrado siquiera un pequeño destello de la santidad de Dios? Ninguno de nosotros estará motivado a ser santo hasta que no veamos cuán impíos somos.

Cuando Job vio la santidad de Dios, dijo: ” Me retracto de todo lo que dije, y me siento en polvo y ceniza en señal de arrepentimiento»” (Job 42: 6). Cuando Isaías vio la santidad de Dios, dijo: ” ¡Todo se ha acabado para mí! Estoy condenado, porque soy un pecador. Tengo labios impuros… “(Isaías 6: 5).

Este tipo de mensaje está fuera de sintonía con la filosofía actual de sentirse bien consigo mismo. Pero, queridos amigos, la santidad comienza con el arrepentimiento y el reconocimiento ante Dios de nuestro estado de desesperanza e impotencia. Si la idea de vivir una vida santa y sin culpa te ha dejado desesperado y desanimado, quiero decirte que es una buena señal.

Nuestro Dios nunca se burla de nosotros. Él nos ha llamado a una vida santa y sin mancha, sabiendo todo el tiempo que nunca llegaremos allí por nuestra cuenta. Entonces, nos ha dado su poder a través del Espíritu Santo dentro de nosotros para poder alcanzar sus estándares. Nuestro trabajo es someternos a ese poder; para aprender y crecer constantemente y permitir que su poder nos cambie.

Si reconoces lo lejos que estás de este estándar santo e intachable, estás en una buena posición, porque esa es la línea de partida. Entonces tu responsabilidad es prepararte para la santidad; haz las cosas que son esenciales. ¿Estás en un programa de entrenamiento para ser cada vez más como Jesús? Eso incluiría tiempo en la Palabra de Dios y oración y compañerismo. E incluiría eliminar de tu vida todo lo que no le agrada a Dios, deshacerse de los hábitos y actitudes que te impiden ser santo.

Recuerda, cero defectos es el estándar, y si lo tomamos en serio, podemos ver que Dios está perfeccionando la santidad en nuestras vidas. Entonces, no más de esta mentalidad de “Nadie es perfecto”. Pidamos a Dios una forma de pensar de cero defectos.