Play

Si Dios quisiera hablar contigo hoy, ¿qué barrera tendría que superar? Cuando sientas que no puedes conectarte con Dios, puedes estar seguro de una cosa: no es culpa de Dios. Él no se ha movido. Él espera con anticipación tener compañerismo contigo. Entonces, cuando las barreras se interponen entre tú y Dios, es porque las has permitido estar allí.

Hablamos sobre cómo el ajetreo de nuestras vidas es uno de nuestros principales problemas. Otro es que a menudo estamos demasiado absortos en nosotros mismos. La vida se trata de nosotros. Nuestros pensamientos se centran en nosotros; somos el centro de nuestro mundo, por lo que Dios simplemente no puede traspasar esa barrera.

Se nos ha hecho creer que todo lo que necesitamos para vivir una vida plena es tener una buena autoestima, pero lo que he aprendido es que el yo no es mi solución; el yo es mi problema! Es cierto que necesito ver mi valor en Cristo y apreciar quién soy en él, pero esforzarme por una mejor autoestima o confianza en mí misma solo me hace centrarme en mí misma, y eso inevitablemente me lleva por el camino equivocado.

Si quieres escuchar a Dios, realmente escuchar lo que él quiere decirte, tienes que levantarte del trono de tu corazón y dejar que Dios vuelva a ser Dios. Encuentro que casi a diario tengo que acordarme de hacer de Dios la máxima prioridad en mi vida; realmente realizar mis actividades diarias conscientemente de que no todo se trata de mí, se trata de Dios. Es tan fácil volverse ensimismado, por lo que tienes que estar en guardia contra eso todo el tiempo.

Jesús nos dio principios que parecen contradictorios para nuestras mentes egocéntricas, como, si quieres salvar tu vida, tienes que perderla, y si quieres ser el primero, tienes que estar dispuesto a ser el último, y si quieres humíllate, él te exaltará. Pero, verás, lo extraño es que cuando lo haces a la manera de Jesús, al revés, si lo deseas, descubres que funciona. Tus cargas son más ligeras, tu gozo es mayor, tu paz está segura cuando te apartas del camino para poder escuchar la voz de Dios.

Si Dios quisiera hablar contigo hoy, ¿tendría que romper la barrera de estar tan centrado en ti mismo que no puedes escucharlo? Te desafío a que te propongas pasar un día sin hablar de ti mismo; haz un esfuerzo consciente por no pensar en ti mismo, tus problemas, tus preocupaciones, lo que sea. Solo pídele a Dios que te haga consciente de lo ensimismado que estás y que te libere. Creo que te sorprenderá lo que descubras, y también descubrirás que cuando Dios rompa esa barrera, su voz te fortalecerá y sostendrá como ninguna otra cosa.