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Estoy segura de que todos estamos familiarizados con los juegos olímpicos y disfrutamos viendo las diferentes carreras que tienen. Es increíble ver cuán duro y durante cuánto tiempo trabajan esos atletas para calificar para los Juegos Olímpicos. Hay una carrera en la que tú y yo estamos, y es mucho más importante que las carreras olímpicas. Está escrito en 1 Corintios 9:24-26:

¿No sabes que en una carrera todos los corredores corren, pero solo uno obtiene el premio? Corre de tal manera que obtengas el premio. Todos los que compiten en los juegos pasan por un entrenamiento estricto. Ellos lo hacen para conseguir una corona que no dura, pero nosotros lo hacemos para conseguir una corona que dura para siempre. Por eso no corro como quien corre sin rumbo fijo;

Pablo nos da tres pautas importantes aquí acerca de correr nuestra carrera.

Primero, dice que corras de tal manera que obtengas el premio. Últimamente he escuchado muchos informes de cómo algunas escuelas están tratando de eliminar cualquier sistema que tenga ganadores y perdedores, para que la autoestima de nadie se vea herida por no ganar. Bueno, déjame decirte que esa no es la forma en que se nos exhorta a correr nuestra carrera por Dios. Estamos ahí para ganar. Participar y hacer un espectáculo no es suficiente.

En segundo lugar, tenemos que entrar en un entrenamiento estricto. Creo que esta es la parte donde muchos de nosotros perdemos nuestras carreras; todavía no hemos entrado en un entrenamiento estricto. ¿Qué significa eso en nuestra carrera cristiana? Significa pureza de vida; significa desarrollar nuestro músculo espiritual y nuestra resistencia a través del estudio de la Biblia, la oración y el compañerismo. Significa imponernos a nosotros mismos los sacrificios y las disciplinas que nos harán fuertes.

Tercero, no debemos correr sin rumbo fijo. Debemos tener un propósito, metas y un fuerte compromiso para llegar a la meta. No podemos volar de una cosa a otra; debemos mantenernos enfocados y correr con un propósito.

Todos nuestros corazones dejan de latir cuando vemos las ceremonias olímpicas donde se entregan esas medallas y se tocan los himnos nacionales. Cuando estás en el círculo de los ganadores, todo el trabajo duro y la disciplina valen la pena.

Creo que, si realmente pudiéramos tener una visión del premio que nos espera, ese premio eterno, nos tomaríamos más en serio nuestras carreras. ¿Te imaginas pararte en el círculo de ganadores de Dios, escucharlo decir: “Bien hecho, buen siervo y fiel”, y ganar una corona que luego puedes arrojar a los pies de Jesús? Esa escena hace que los Juegos Olímpicos parezcan un juego de niños. ¿No quieres estar en ese círculo de ganadores? Si es así, debes correr para ganar, debes realizar un entrenamiento estricto y debes correr con un propósito.