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Me he estado enfocando en nuestra carrera, la carrera que Dios ha puesto delante de cada uno de sus hijos. He señalado que cada uno de nosotros tiene su propia carrera única, y no tienes que correr la mía y no tengo que correr la tuya. Y a diferencia de las carreras terrenales, todos los que corremos podemos ganar si corremos con perseverancia la carrera que se nos marca, y nos deshacemos de todo lo que nos enreda y estorba.

Pero la última parte de ese pasaje en Hebreos 12:1-2 es probablemente la más importante:

Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien, por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, menospreciando la vergüenza que ella significaba, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.

Cualquier corredor exitoso conoce una regla fundamental para correr: mantenerse enfocado en la línea de meta. Los atletas ganadores son aquellos que pueden mantenerse enfocados sin importar lo que suceda a su alrededor.

Cuanto más corro la carrera que Dios me ha marcado, más me doy cuenta de que si me mantengo enfocada en Jesús, si nunca pierdo la maravilla de su amor por mí, si hablo de él y pienso en él y leo sobre él, si permanezco en el primer amor de Jesús, puedo correr con perseverancia. Pero cuando quito los ojos de Jesús, me siento decepcionada, desanimada y lista para rendirme.

¿Has quitado tus ojos de Jesús últimamente? Oh, cuando lo haces, ahí es cuando comienzas a enredarte y ahí es cuando el pecado se mueve. Cuando quitas tus ojos de Jesús, eres blanco fácil para todas las flechas de fuego de Satanás que se dirigen hacia ti para evitar que ganes esta carrera La gente te fallará. Las iglesias te fallarán. Los sueños se harán añicos. Las esperanzas se desvanecerán. Y si empiezas a mirar esas cosas, en lugar de a Jesús, la carrera se vuelve pesada y lúgubre.

Pienso en muchas personas que conozco que comenzaron a correr sus carreras con entusiasmo y compromiso, pero apartaron la vista de Jesús y se desilusionaron. Déjame asegurarte esto: Jesús nunca te fallará. Por favor, mantente fijo en Jesús. La carrera cristiana se reduce a esta simple, no necesariamente fácil, pero simple prioridad es decir, fijarte en Jesús.

Queremos poder decir con el Apóstol Pablo:

“He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, me he mantenido en la fe. Por lo demás me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que con amor hayan esperado su venida” (2 Timoteo 4:7-8).

Por tanto: Fijemos los ojos en Jesús, el autor y consumador de nuestra fe.