Play

Hay una vieja canción que dice: “Soy amado, soy amado, puedo arriesgarme a amarte, porque el que mejor me conoce, más me ama”. Y la verdad es que, cuando confiamos en el amor de Dios por nosotros, cuando sabemos que somos los que ama Jesús, podemos arriesgarnos a amar a los demás.

De eso es de lo que he estado hablando esta semana: vernos a nosotros mismos como el amado de Jesús. Si no tienes ese conocimiento seguro, si no ha hecho una diferencia en tu vida saber que Jesús te ama, entonces podría ser porque todavía no tienes una relación establecida con Dios a través de Jesús. Aún no te has convertido en miembro de la familia de Dios por la fe en Jesucristo. Ese, por supuesto, es el primer paso.

O podría ser que eres un seguidor de Cristo sincero, pero no has llegado a conocer muy bien a Dios. No has hecho que conocer a Dios sea una alta prioridad en tu vida, por lo que no pasas mucho tiempo estudiando la Biblia o en compañerismo con otros creyentes o entregándote a los demás por amor a Cristo.

Verás, cuanto más conoces a Dios a través de Jesús, más lo amas y más comprendes su amor por ti. Más valoras el conocimiento de que eres el amado de Jesús.

Nunca puedes dejar de lado la Palabra de Dios en tu vida y esperar estar firmemente arraigado en quién eres en Cristo. Pero si tú haces de eso una prioridad, conocer a Jesús cada vez mejor a través de su palabra, compañerismo y enseñanza bíblica, y si comienzas a decirte a ti mismo todos los días que tú eres el que Jesús ama, te prometo que te moverás en una nueva dirección con Dios.

Lo sé, podemos hablar sobre tu bagaje, podemos hablar sobre tus circunstancias y tu pasado, podemos hablar sobre todos los errores que has cometido y las cosas que faltan en tu vida; podemos sacar a relucir todo el daño que te han hecho. Pero, ¿de qué sirve concentrarse en eso? En cambio, comenzar a verse verdaderamente a sí mismo como el amado de Jesús es lo mejor que puedes hacer para encontrar la curación y dejar todo eso atrás. Te invito, te insto, a que encuentres tu identidad en la maravillosa verdad de que tú eres el amado de Jesús.