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A continuación, se muestran algunos ejemplos de culpa falsa:

Mi jefe dijo: “¿Aún no ha terminado ese informe?” Me siento culpable, pero no he tenido tiempo de respirar. Mi jefe me sigue interrumpiendo con otras prioridades, ¡y luego no entiende por qué no todo se hace a tiempo!

La culpa falsa ocurre cuando creemos que debemos cumplir con las expectativas de todos, aun sin importar cuán irracionales son. A menudo son nuestras propias expectativas de nosotros mismos.

Mucha culpa falsa proviene de nuestro pasado, como este:

Antes de convertirme en cristiana, tuve un aborto, que ahora lamento profundamente.

Este tipo de falsa culpa requiere mucha oración, el apoyo de los hermanos en la fe y un recordatorio constante de que el perdón de Dios es completo, que ya no lo recuerda en nuestra contra y que ya no estamos condenados.

Otra área de culpa falsa cae en la categoría de “si tan solo”, similar a esta:

Mi padre murió antes de convertirse en creyente. Si tan solo hubiera hablado más con él, podría haber aceptado a Cristo.

El primer paso que debemos dar para liberarnos de la culpa falsa es reconocerla por lo que es. Es una carga demasiado pesada para nosotros, y una vez que la llamamos por su nombre (culpa falsa), debemos tomar una posición contra ella, a través de la sangre de Jesucristo, reclamando la victoria que Él puede darnos y reemplazando esos pensamientos erróneos con pensamientos de Jesús y alabanza a Dios.